EL MANANTIAL

“(…)
-       Roark, quiero quedarme aquí, contigo, todos los años que podamos.
Él la miró atentamente, aguardando.
-       Quiero vivir aquí. —Su voz tenía el sonido de la presión del agua contra una presa—. Quiero vivir como tú vives. No tocaré mi dinero: se lo daré a alguien, a Steven Mallory si tú quieres, o a alguna de las instituciones de Toohey. Tendremos una casa aquí, como cualquiera de éstas, y yo cuidaré de ti; no te rías, puedo hacerlo; cocinaré, lavaré tu ropa, fregaré el suelo. Y tú abandonarás la arquitectura.
Roark no se rió. Ella no vio otra cosa que una atención inmóvil, dispuesto a seguir escuchándola.
-       Roark, por favor, trata de comprender. No puedo soportar lo que te están haciendo, lo que van a hacerte. Tú y la construcción y lo que sientes por ella es demasiado grande. No puedes continuar así mucho tiempo. No puedes durar. No te dejarán. Te encaminas hacia algún terrible desastre. No puedes terminar de otra manera. Toma algún trabajo sin importancia, como el de la cantera. Viviremos aquí. Tendremos poco y no daremos nada. Viviremos sólo para lo que somos y para lo que sabemos.
Roark se rió. Ella oyó en el sonido de su risa una sorprendente consideración para ella, un intento de no reír; pero no pudo soportar la risa.
-       ¡Dominique! —La manera con que pronunció el nombre se clavó en ella y le fue más fácil escuchar las palabras que siguieron—: Me gustaría poderte decir que fue una tentación, al menos, por un momento. Pero no fue. —Y agregó—: Si fuera muy cruel, lo aceptaría, nada más que para ver cuan pronto me rogarías que volviera a construir edificios.
-       Sí..., probablemente.
-       Cásate con Wynand y quédate con él. Será mejor que lo que estás haciendo ahora.
-       ¿Te molesta... si nos quedamos sentados aquí un momento más... y no hablamos de eso...? Hablemos como si todo estuviera bien... Un armisticio de media hora, entre años... Dime qué has hecho de cada media hora desde que estás aquí, todo lo que puedas recordar.
(…)”

RAND, Ayn. El manatial (1943). Tercera Parte: GAIL WYNAND. De Paola, Luis (trad.) Barcelona: Editorial Planeta, 1975. Tomo III, p.121-122

FOTOGRAFÍA SILUETA DE NUEVA YORK
“Cambiaría la puesta de sol más hermosa por la vista de la silueta de los rascacielos de Nueva York, particularmente cuando uno no ve los detalles y sí solamente las formas”. GAIL WYNAND

“(…) »Yo soy arquitecto. Y sé dónde se va a llegar de acuerdo con el principio sobre el cual está edificado. Nos acercamos a un mundo en el cual no podré vivir, ahora saben por qué he destruido Cortland.
»Yo lo diseñé. Se lo di a ustedes. Yo lo destruí » Lo destruí porque preferí que no existiera. Era un doble monstruo, por el aspecto y por lo que implicaba. Tenía que destruir a ambos. El aspecto fue mutilado por los «segunda mano» que se arrogaron el derecho de mejorar lo que no habían hecho y lo que no podían igualar. Se les permitió que obraran por la deducción general de que el propósito altruista del edificio eliminaba todos los derechos y que yo no podría efectuar ninguna reclamación.
«Convine en hacer el proyecto para Cortland con el propósito de verlo construido conforme a mi diseño y sin ninguna otra razón. Ése fue el precio que puse por mi trabajo, y no se me pagó.
»No censuro a Peter Keating. Él ha sido impotente. Tenía un contrato con sus superiores.
»De ese contrato se hizo caso omiso. Le habían hecho la promesa de que la construcción sería edificada conforme estaba en el proyecto. La promesa fue rota. El amor que un hombre tiene por la integridad de su trabajo y por su derecho a preservarlo es considerado como algo sin consistencia y sin importancia. Ustedes se lo han oído decir al fiscal. ¿Por qué fue desfigurado el edificio? Por ninguna razón. Tales actos carecen siempre de razón, a menos que se trate de la vanidad de un «segunda mano» que se siente con derecho a la propiedad, espiritual o material, de otro. ¿Quién les permitió que lo hicieran? Ninguna persona en particular, entre la docena de los que tenían autoridad en ese asunto. Nadie se preocupó de autorizarlo ni de impedirlo. Nadie fue responsable. Nadie puede ser tenido en cuenta. Tal es la naturaleza de todas las acciones colectivas.
»No recibí el pago que pedí. Pero los propietarios de Cortland obtuvieron de mí lo que necesitaban. Querían que se hiciera un esquema para edificar un conjunto de viviendas tan baratas como fuera posible. No encontraron otro que lo pudiera hacer a satisfacción. Yo pude y lo hice. Se beneficiaron de mi trabajo y me hicieron contribuir con él como si fuera un regalo. Pero yo no soy altruista. No contribuyo con regalos de esa naturaleza.
(…)”

RAND, Ayn. El manantial (1943). Tercera Parte: GAIL WYNAND. De Paola, Luis (trad.) Barcelona: Editorial Planeta, 1975. Tomo III, p.438-439


FOTOGRAFÍA
SKYSCRAPERS (2009-2012). Skycrapers [en línea]. [Fecha de consulta: 03/08/2012]. Disponible en: http://skyscraper.talkwhat.com/view/MnIMnIMnIaTkzRyBxLsGl.html

No hay comentarios:

Si tienes algún comentario nos gustaría que nos lo hicieses llegar. Muchas gracias

¡Recomienda este blog!